miércoles, 2 de febrero de 2011

San Pedro

El bus detuvo de golpe la vibración del motor y con la mochila en mis hombros posé mis pies sobre la yerma tierra de este lugar del mundo. Era tan loco todo que amé la naturaleza nula de un lugar sin tiempo, o más bien, con otras reglas temporales, ya que progresa a la par del mundo, pero los adobes congelados no envejecen más, y los pimientos ya no pueden seguir creciendo.
No creí que querría quedarme sin los bosques, sin la playa, sin el mar, sin la lluvia, pero me hipnotizó el placer que provoca estar en un refugio perdido en el desierto, que aparece en todas las guías y en todos los mapas, pero está perdido en la arena, a pesar de ser visitado por los nómadas del mundo. Es que, San pedro, más que un oasis es un barco anclado en la nada, con un cargamento de sensaciones y placeres. Inolvidables son las prohibidas fiestas en el desierto, con luces láser que rebotan en los cerros del valle de la muerte, transfers que por mil te llevan y te traen al pueblo, dj y generadores que alimentan hasta los coolers para tener hielo y cervezas heladas.
En la zona urbana el mambo termina a las 2, luego la gente va a sus casas o a fiestas comerciales, en que el festejado invita a todo el mundo pero vende el alcohol, porque siempre el carrete se abre paso, pese a todos los cuidados de las autoridades. Por que en San Pedro todo es un negocio, porque nada importa ya que se gana plata y hay que gastarla en algo. La marihuana viene o de Bolivia o de Ovalle, depende de cuanto quieras pagar.
Llego en una van cargada de gente de diversos países, me bajo y bebo, y fumo, y bailo, y fumo de nuevo, y mis sentidos se embotan. Mi cabeza se llena de ruidos que no alcanzo a comprender, el bombo remueve mis vísceras y mis tímpanos se llenan de los vientos musicales de la saya, personas conversan en vocablos diversos y ríen bailando en la escasa luz que se pierde en verdes líneas en los cerros, con todas las estrellas  brillando como las ventanas por las que los antepasados atacameños nos miran. Las mujeres danzan y el calor desprende burbujas de perfume, que llegan a los hombres mientras machacan el suelo con sus pies. Un amigo se levanta, yo enciendo otro cigarro y me siento como mirando un acuario.