miércoles, 19 de noviembre de 2014

Insomnio

El tiempo se comporta como el agua, muta y cambia.
Cuando el apuro nos corroe los segundos se atropellan,
burbujeantes saltos y cascadas en la perdición de los instantes.
En la espera transitamos por manglares,
ausentes casi de marea y movimiento,
perdidos entre las marañas de palabras pronunciadas en nuestras cabezas. Esas  que disuelven nuestro cuerpo.
Las horas son esferas, copos de nieve que caen sobre las heridas.
La nieve se aglomera en la memoria, en el desconcierto silente de volar a la deriva.
Los minutos son pistones, carraspeos de hielo en la negrura
, son instantes entre danzas pasajeras.
Vendavales y quimeras, sin rostro.
Son despojos de segundos y promesas de las horas.
El día no es más que una doncella descalza que baila sobre espinas,
con  la sonrisa torcida de quien sabe que no volverá a pisar sus propios pasos.
La vida es la cresta de una ola, el vuelo que precede a la caída.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Destierro

El andén se ha borrado de mi vista,
las murallas siguen pareciendo frías.

Caminamos despacio.
Aletargados, distantes.
Caminamos cansados, entre abedules marchitos,
entre hogueras dispersas,
en primaveras detenidas, en laureles infinitos.

Nos perdimos corriendo al encuentro del último abrazo.
Como aquella mañana en que el hielo cubrió las palabras que deberíamos habernos dicho.
Como aquella tarde en que París no era más que  una promesa entre huérfanos malditos.

Nos perdimos.

Como se pierden las horas tapizadas de momentos,
como se pierden las palabras al memorizar el alfabeto.
Como se pierde la llovizna entre lágrimas que nunca salieron de los ojos.

Reiré de nuevo, lo sé.
O por lo menos eso es lo que me dicen.
Eso es lo que quieren hacerme creer quienes no han visto tu rostro.
Somos otros.

Nunca más los mismos.

Somos recuerdos de momentos que nunca han existido.
Somos vendaval o fuego contenido.
Como el de las palabras que no llegaste a decir nunca.
Por miedo a tal vez cual monstruo,
 que como en un cuento de Lovecraft no pudimos ver
 hasta cuando la razón nos escupió que ya era tarde.

Los sueños son lobos que persigo.
Demasiado superfluos como para dejar huellas en la nieve.
Demasiado inciertos.
 Como los sueños que se esfuman de tanto ser culpables de ser sueños.
Sueños infinitos,
 que se apilan en las hojas cansadas de esperar las cartas que no pienso escribirte.
Musa traicionera y rancia.
Tus vestidos cubiertos de herrumbre son los faroles que me elevan al abismo.

Tu imagen ya no es más que una resaca.
Tus ojos no.
                Tus ojos siguen siendo mitad vivos.
Fuegos fatuos que me guían al destierro.

Son mi sangre que se seca al despertar, cansado de soñarte.
Miel amarga,
voz cortante.
Flor glacial.

Nada tiene sentido si no estás ahí para rechazar mi mano.

Nada me ofreciste.

Nada me diste.

Nada me dejaste.