sábado, 6 de julio de 2013

Horcón

Sueño aún la caleta, sueño recorrerla distraído y distante, cercano y afable, sueño la sensación de hogar, cuando el mar se tiñe de ocaso y el sol golpea la vista desde la puntilla, sueño comerme una empana del Raúl, de machas a la parmesana, entre los botes, con el viento norte pegándome en la cara, con las gaviotas planeando para encontrar reposo entre las rocas y las escasas gruesas gotas de lluvia pasando raudas a rebotar contra la arena, sueño con la mar embravecida y los botes sacados de cuajo de la playa y recostados sobre el camino, con el final esfuerzo de resistir la marea, sueño con la playa barrida por las olas y la lejana imagen del Jamil, caminando contra el viento, con los brazos a la espalda, con su gastada chaqueta color caramelo como protección contra el invierno, sueño con la fiesta de San Pedro, con los bailes chinos, con los juguetes desechables vendidos en la cuneta, con la fé prestada en esta fiesta pueblerina, con las flores amarillas cuando el invierno se retira y con los dulces del Fuyú, vendidos en la calle.
Sueño con la caleta como es, tranquila y miserable, artista y venerable, jocosa e infantil. Bestial y gallarda.
El alma de la fiesta amarga que me vio partir.