sábado, 25 de mayo de 2013

Miercoles de madrugada en Stockholm Centralen; cuando la ciudad muestra su otra cara



Me puse a recorrer las calles vacías de comercio y repletas de borrachos, observando los estragos de una noche de miércoles, el impactante el cambio de la ciudad, o mejor dicho del habitante, ya que luego del acostumbrado frio semblante de la gente de Estocolmo podemos ver un poco de alegría en sus rostros, mientras la noche termina y luego de la agradable velada uno a uno los bares comienzan a cerrar.
     Una rubia platinada con pinta de modelo de pasarela baila ebria pole dance con el fierro de un disco pare, frente a Spy bar. Un hombre fuma sentado en la vereda, con cara de perdido. Mucha gente duerme en las puertas de los grandes almacenes, rogando por unas monedas para continuar su miseria. No se ve delincuencia y eso es una gran cosa, pero si grupos de inmigrantes africanos segregados  y solitarios, en las esquinas. Fumando un compartido cigarro,  esperando a que el día comience para buscar una solución inexistente a sus problemas.
             La gente busca su rumbo, como perdidas hormigas, luego de que se borrara con insecticida el camino que debían realizar para volver a su nido. Las  estaciones del metro se cierran y la gente queda en la calle, esperando en cualquier lugar, ya que el servicio de buses no es completo, los taxis además son caros, así que la alternativa es entrar a algún 7 eleven o MacDonald´s, los que no serán gran cosa, pero continuan abiertos las veinticuatro horas. Aquí vuelven a aparecer los ciudadanos que no están contados en las encuestas, en grupos entran, asiáticos que toman redbull, latinos que fuman y toman café, africanos que se sientan a esperar con mirada de resignación, con las valijas aun siendo cargadas, sin tener donde ir, ya que la ciudad de madrugada muestra una cara que no sale en las noticias, una cara que tiene jóvenes suecas con vestidos de fiesta y que caminan ebrias buscando a sus perdidos amigos, con policías en grupo tomando café en un minimarket, con asientos que solo pueden ser usados por ellos, con los empleados de la ciudad lavando las aceras, con algunas prostitutas que pululan cerca de las avenidas y con el cielo que pronto se aclara.
          Se transforma en ciudad real el increible espectáculo que es Estocolmo, dura de noche, pero no tanto como para parecerse a otras urbes, ya que algo falta para tener la tristeza de las ciudades de latinoamérica o las principales capitales donde la vida es más esquiva, acá no hay niños de la calle pidiendo monedas o vendiendo flores, aca no hay jaurías de perros vagos que atacan a los taxis, acá no se ven fumadores de crack en cada esquina ni nadie le dispara a la demás gente sin razón aparente. Pero a pesar de lo que se crea que aparezca esto no es culpa de los inmigrantes sino de la diferencia entre los segregados habitantes de la ciudad que viven en barrios distintos dependiendo de su origen y que además son tratados dependiendo de su origen, porque los paíces desarrollados olvidan que la mano de obra barata que usan sus empresas en el tercer mundo son los padres de estos inmigrantes, porque olvidan que para que este estilo de vida pueda ser posible se explota y se exprime el territorio de donde esta gente proviene.
         Sin duda para evitar que sucedan en esta sociedad los terribles eventos como la decapitación del soldado británico en plena calle o las matanzas habituales de estados unidos deben cambiar las políticas distintas acerca de los orígenes de los ciudadanos de Estocolmo, ya que es la única manera de frenar el resentimiento que se respira en las calles, mientras las estaciones se abren y todos vuelven a sus casas, con caras de cansancio luego de la jornada de trabajo, con caras de dañados luego de la jornada de juerga o con cara de vacío, quienes buscaron todo el día una oportunidad y ahora marchan a otro lugar, buscando al azar donde puedan pasar el día.
         Conocí a dos hermanos de Nigeria que venían de trabajar en España donde por culpa de la recesión ya no tenían trabajo, se fueron con sus maletas quien sabe donde, mientras mi espera terminaba con la llegada del día, así que por fin tomé el tren para poder ir a descansar, entendiendo de mejor manera el funcionamiento de la sociedad, entendiendo que no existe el paraíso, aunque sin duda este lugar es en muchos aspectos mejor que otros que he conocido, ya que caminé por sus calles sin ver peleas, asaltos, sin ver niños de la calle, sin ver pandillas ni perros vagos, solo viendo alcohol y fiesta, orden, seguridad, pero todo acompañado por una invisible pero palpable desigualdad.

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