viernes, 26 de octubre de 2012

La más bella

          No me acuerdo ya como se llamaba, solo que estaba buenísima. Venía los jueves al bar y siempre era despampanante, cambiaba con regularidad siniestra su peinado, su manera de vestir y su maquillaje.
Aceptaba tragos de regalo, bailaba con todos y con ninguno, siempre llegaba sola cuando la fiesta estaba en su mejor momento y siempre se iba sola, antes de que apagáramos la música y cerráramos el bar. Nunca se le pasaron las copas, y si así fue nunca pudimos notarlo.
         La miraba como casi todos los del bar, si hubiera estado de cliente también hubiera intentado ligarla, pero trabajaba dentro de la barra y nunca hubo más contacto entre nosotros que una ocasional  broma loca.
          Bailaba sola y conseguía un trago, luego mandaba a volar al pretendiente, era tan hermosa que nadie se daba cuenta del abuso, es más, los incautos agradecían su sonrisa al recibir el vaso.
          En la mitad de la noche llegó hacia mi pidiendo un trago, no la había visto, pero todos esperábamos su llegada y yo mirándola le pregunté quien lo pagaría, ella haciéndose la ofendida dijo- Tu poh-, pero serio  me negué diciendo que no era  uno de sus lacayos y le di un vaso de agua diciendo- Toma, te hará bien- Ella me miró despectiva abriendo sus azules ojos como cuentas y se fue sin probar el agua y levantando la nariz.  Me sonreí un poco y seguí haciendo mi trabajo, afortunadamente el bar estaba lleno y no pude quitar mi vista de la coctelera ni del destapador.
          Las tres y media trajeron la luz y el silencio musical, entorpecido por quienes conversaban estridentes en ese cotidiano diálogo de sordos de los últimos minutos de un bar. Ya había olvidado  su presencia y nuestro episodio cuando  por fin apareció, estaba hermosa en ese vestido gris sin espalda, su pelo negro enmarcando su hermoso rostro, segura se acercó a la barra y me gruñó - toma- acerqué mi mano a la suya y me pasó un papel, luego salió sin mirar atrás, sin ninguna expresión.
          Mi sorprendido compañero me miró extrañado y se acercó a ver, mientras desdoblaba el trozo de papel escrito con lápiz de ojos que simplemente rezaba- Te espero en el auto-.
          Que mierda- Pensé mientras mi colega miraba sorprendido y me gritaba que fuera, que el limpiaba y mañana me tocaba a mi. Me puse la chaqueta, fui al dispensador de preservativos y compré cuatro, luego me mojé el pelo, me miré al espejo y fui hacia la puerta. Sobre la barra me tenía mi colega un vasito de Jack Daniel´s que engullí para darme valor y partí. Afuera ya no quedaba nadie, pero a media cuadra desde un Ford Ka plateado me hicieron cambio de luces.
          Me abrió la puerta prendiendo un caño.
          Me senté en el asiento del copiloto mientras me pasaba el oloroso cigarrillo verde. fumé una calada y mientras mantenía el humo se lanzó sobre mi cuello. Me besó rauda y yo medio ahogado intenté responder. Hervía su piel bajo ese vestido y yo hervía incluso sobre mi ropa. Cuando logré re armarme y tornar la defensa en ataque se apartó y giró la llave, mirándome con la más extraordinaria sonrisa que viera en mi vida.
          El acelerador fue pisado con violencia y nos disparamos hacia la avenida. Los bares se vaciaban y la gente como zombie buscaban el camino hasta su presa de sangre alcohólica en alguno de los after que yo también había frecuentado. Prendió la radio y puso música. TNT de ACDC, una de mis canciones favoritas.
         Después de dos cuadras frenó al acercarse a un semáforo en rojo. Detuvo el vehículo y se lanzó a mis brazos, buscando en mi pantalón su regalo, yo la imité bajo el vestido, arrastrándola hacia mi.    Mordiéndome la oreja  dio un gemidito casi inaudible, pero que me elevó y me hizo perder los estribos, bajando su escote y lamiendo sus senos, ella después de un instante me empujó y apretó el acelerador a fondo sin esperar el verde.
          Duro y frío asfalto son ahora sus dedos, mientras sus besos me perforan las articulaciones. hierve mi cuerpo pero raudo se hace frío. Los cristales esparcidos son diamantes sobre el concreto.
          Sangro y se que he partido mis huesos, ella aún está en el retorcido auto que se hace uno con el bus que no nos vio. Las sirenas se acercan y la gente grita.
         Ella aun está inmóvil dentro del auto.

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