jueves, 25 de octubre de 2012

Últimos quince minutos

           Las lagrimas se secan en mis mejillas y se humedecen de nuevo con la siguiente oleada. Mi garganta duele de tanto llanto, mi corazón se siente de concreto y mi boca amarga.
           Porque te fuiste.
          Miro mis manos que no sirven de nada, dañadas por los años de trabajo en la feria, acarreando sacos para darte en el gusto, partiéndome el lomo diariamente para comprar las burradas que me pedías, dándote lo que ni siquiera yo tenía.
          Eras mucho para mi, desde un principio. Yo no soy un hueón tonto ni mucho menos, si no fuera por mis orígenes ni porque debí cargar con mi familia desde los doce años hubiera podido terminar la U, hubiera podido titularme como los maricones de mis compañeros que vivían a costillas de sus papitos y solo se dedicaban a tomar cerveza mientras yo trabajaba y estudiaba, mientras me sacaba la cresta para poder comer y alimentar a mis tres hermanos, hasta que te conocí y me enloqueciste, me acompañaste, me amaste, me diste todo el amor que nunca alguien me dio, fuiste mía y yo te di mi vida, el embarazo fue para mi una bendición, para ti no.
          Dejé la universidad a la mitad para pagar tus estudios cuando tu familia te dio la espalda, me rompí el lomo para mantener a nuestra guagua, me rompí mis manos para darte todo, pero nunca fue suficiente.
          Ayer te titulaste y recibiste una oferta de tu papito para trabajar en su empresa, te llevaste al niño y me dejaste solo.
          Por primera vez en mi vida estoy tomando.
          Por primera vez en mi vida nada importa.
          Por primera vez en mi vida reniego de todo y subo a la silla que pintaste, mis lagrimas mojan de nuevo mi ardiente cara, mis manos tiemblan cuando me pongo la cuerda donde debería tener una corbata, cuando cierro el nudo y salto al vacío, huyendo de tus brazos, perdiendo la noción del tiempo.
         Como puedo ser tan cobarde.
Como puedes ser tan perra.
         Como es que trato de aferrarme a la cuerda en la que cuelgo para aferrarme así a la vida. Mi cuello arde, mis ojos se hinchan y la saliva moja mi mentón.
          Los enloquecidos latidos de mi corazón  resuenan en mis tímpanos mientras trato de subirme a la silla que esquiva mis esfuerzos.
          Respirar es imposible, ayúdame mamita.
          Que estoy haciendo.
Mis dedos se crispan, no puedo aferrar la cuerda. Mi cuello arde y mis piernas se mueven por si sola.
          Mi lengua abandona mi boca, pero el aire ya no existe. Mi cabeza arde.
          Perdónenme.
Perdónenme.
Perdóname.
Perdón.

      

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